El enemigo inventado y la distracción de los poderosos |
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- hace 5 días
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En días recientes se volvió viral otra de las decisiones arbitrarias del presidente de El Salvador, Nayib Bukele: un nuevo golpe a los derechos humanos que, sorprendentemente, muchos mexicanos aplauden sin cuestionar. Esta vez se trata de la “prohibición” del lenguaje inclusivo, una medida que, en mi opinión, no aporta nada. Es tan absurdo como si de pronto se prohibiera llamar “Lupe” a las Guadalupe.
Muchos piden en redes sociales desde sus cuentas bot celebrando la ocurrencia del neonazi con frases como: “ojalá hubiera más Bukeles en el mundo” o “esto debería implementarse en Mexico” (así es y todavía el descaro de escribir México sin acento). Pero me pregunto: ¿de verdad no se dan cuenta de que este tipo de medidas son solo estrategias para desviar la atención e incluso los recursos de problemas mucho más graves?
En países gobernados por proyectos de ultraderecha como El Salvador, Estados Unidos o Argentina, el debate público debería estar centrado en exigir lo verdaderamente urgente: la salud, la economía, la seguridad y un acceso digno a oportunidades de vida. Sin embargo, pareciera que velar por el interés de la ciudadanía es un peso muy grande para estos "lideres mundiales" que con frecuencia se prefiere ir por la tangente, alimentando distractores y construir enemigos ficticios que los enaltezcan, es decir que sirvan más para construir el ego presidencial que al bienestar de la ciudadanía.
Esta estrategia es tan vieja y lamentablemente efectiva y se ha visto a lo largo de la historia aunque en la época contemporánea el descaro es total, un pueblo cansado, con hambre, con sed, sin empleo y con la incertidumbre del futuro es también un pueblo vulnerable. Y es ahí donde entra la narrativa del odio. En donde este tipo de presidentes en lugar de respuestas concretas a los problemas estructurales, crean una historia y ofrecen como carne fresca a un enemigo común para entretenerlos, para que estos desinformados ciudadanos desahoguen sus frustraciones, y mordisquen un rato, situación que ni les quita el hambre, ni los hace salir de la pobreza, en resumen no resuelve ninguno de los temas prioritarios. Ese enemigo a lo largo de siglos siempre son los mas vulnerables y agredidos históricamente: la comunidad LGBT+, las mujeres que reclaman derechos reproductivos e igualdad de oportunidades, los pueblos y razas no hegemónicas o las religiones que no encajan en la norma.
El discurso se repite, se normaliza y se replica, sobre todo entre quienes menos acceso tienen a información crítica. Así, la manipulación termina por volverse un boomerang que se dirige contra los mismos sectores populares que, engañados, alimentan narrativas que dañan no sólo a “otros”, sino a ellos mismos y a sus familias y amigos.
Resulta triste constatar cómo, en sociedades que arrastran profundas desigualdades, incluyendo a nuestro México (con acento), se prefiera lucrar con la división y con el resentimiento antes que ofrecer soluciones reales. Y es aún más doloroso ver que, en países del llamado “tercer mundo”, donde la urgencia de atender las necesidades básicas es evidente, se copie y celebre este tipo de manipulación de masas.
La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo seguiremos permitiendo que el odio sea la cortina de humo que nos aleje de exigir lo que realmente importa?
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