La NASA vigila enorme anomalía en el campo magnético de la Tierra y solo empeora |
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- 30 mar
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La Anomalía del Atlántico Sur debilita el campo magnético terrestre, afecta satélites y sigue expandiéndose, según advierte la NASA.

Una extensa y persistente anomalía magnética situada sobre Sudamérica y el Atlántico Sur continúa siendo objeto de vigilancia prioritaria por parte de científicos de la NASA, debido a su creciente impacto sobre satélites y misiones espaciales.
Conocida como la Anomalía del Atlántico Sur (AAS), esta región se caracteriza por una intensidad magnética significativamente más baja que en otras partes del planeta, lo que permite que partículas solares altamente energéticas se acerquen más a la superficie terrestre.
Una “debilidad” en la protección natural del planeta:
La anomalía tiene su origen en el interior profundo de la Tierra, específicamente en el núcleo externo, una capa fluida de hierro y níquel que, a través del proceso de geodinamo, genera el campo magnético terrestre.
Sin embargo, factores como la inclinación del eje magnético y la presencia de una densa estructura subterránea conocida como Provincia de Baja Velocidad de Cizalla del África —ubicada a unos 2,900 kilómetros de profundidad— provocan irregularidades en la generación del campo.
Estas perturbaciones dan lugar a una región con baja intensidad magnética, acompañada además de una inversión local de polaridad que debilita aún más el escudo magnético.
Según explicó Weijia Kuang, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, esta inversión de polaridad ha crecido con el tiempo, disminuyendo la intensidad del campo respecto a las zonas adyacentes y formando lo que describe como un “bache” en la armadura magnética del planeta.
Riesgos para satélites y misiones espaciales
La principal consecuencia de esta disminución en el campo magnético es que permite el ingreso de partículas cargadas provenientes del Sol más allá de lo normal en la órbita terrestre.
Los satélites que atraviesan la AAS están expuestos a altos niveles de protones energéticos, los cuales pueden provocar alteraciones de eventos únicos (SEUs, por sus siglas en inglés), generando desde fallos temporales hasta daños permanentes en sistemas electrónicos.
Por esta razón, muchas misiones espaciales programan apagones preventivos de sistemas no esenciales al cruzar esta zona.
Incluso la Estación Espacial Internacional (EEI) atraviesa la anomalía en cada órbita, aunque su blindaje protege a los astronautas a bordo. Sin embargo, instrumentos externos como el Global Ecosystem Dynamics Investigation (GEDI) son más vulnerables.
Bryan Blair, investigador adjunto del GEDI, explicó que el instrumento sufre ocasionales interrupciones de datos y reinicios automáticos, aunque el impacto general se limita a unas pocas horas de pérdida de información al mes.
La Anomalía del Atlántico Sur sigue expandiéndose
Datos recientes obtenidos por satélites como los de la constelación Swarm de la Agencia Espacial Europea (ESA) y por misiones anteriores como SAMPEX de la NASA han confirmado que la Anomalía del Atlántico Sur no es estática.
Desde 2020, se ha observado un desplazamiento gradual hacia el noroeste, acompañado por una división en dos zonas distintas de mínima intensidad magnética.
Este fenómeno de bifurcación, confirmado por mediciones con CubeSats y otros instrumentos orbitales, no tiene precedentes en la era moderna de los satélites.
No obstante, estudios geológicos sugieren que este tipo de anomalías podrían haber ocurrido en el pasado distante. Un análisis de 2020 plantea que eventos similares se remontan hasta hace 11 millones de años.
Un fenómeno natural, no un presagio de catástrofe
Pese a su rareza y evolución acelerada, los expertos coinciden en que la Anomalía del Atlántico Sur no representa una señal de una reversión inminente de los polos magnéticos—un proceso natural que ocurre en escalas de cientos de miles de años.
Esta perspectiva histórica permite contextualizar la AAS dentro del comportamiento magnético a largo plazo de la Tierra, el cual es resultado de complejas interacciones entre el núcleo externo, el manto terrestre y la actividad solar.
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